Investigadores del Río Hortega identifican genes determinantes para modular el empleo de los antibióticos en las infecciones. EL MUNDO.
De pie de izquierda a derecha: Lourdes Viñuela, Marta Domínguez-Gil, Sonsoles Garcinuño, Mónica de Frutos, Luis López-Urrutia y Carmen Ramos. Sentados: David Rodríguez (UBU), Marta Hernández (ITACyL) y José María Eiros. - E. M.
Fue un golpe de ingenio de los clásicos del género. Los antibióticos aparecieron para combatir enfermedades contagiosas, desde infecciones bacterianas hasta patologías virales y producidas por hongos. Cuando las personas utilizan estos medicamentos para curar un simple resfriado, cuando los profesionales agrarios los usan para aumentar la productividad del ganado o cuando las farmacéuticas emiten antibióticos al medio ambiente para reducir costes, las bacterias se vuelven inmunes. Crean un escudo protector que les permite sortear sus efectos e incluso reclutar a otras para que sigan sus pasos.
Una batalla que se libra por su uso –y sobre todo su abuso–. Las resistencias están aquí y, lo que es peor, van a seguir creciendo, lo que lleva a crear principios activos más agresivos y tóxicos para el ser humano. Y es que por culpa de esta aterradora realidad ya mueren 700.000 personas al año en el mundo.
Sin duda, hay soluciones, la principal es el consumo restringido. Junto a esta opción se sitúan la vigilancia de las dolencias, mejores diagnósticos y el desarrollo ampliado de nuevos fármacos. Caminos que se cruzan de forma inequívoca con la investigación en una ruta para abordar esta emergencia médica que sigue estando peligrosamente mal definida. En este periplo esclarecedor aparecen los miembros del servicio de Microbiología y Parasitología del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, dirigidos por el doctor José María Eiros.
Este batallón, formado por alrededor de 20 personas, tiene la misión de dar diagnóstico y ofertar orientación en el ámbito de la terapia antiinfecciosa a los profesionales que se lo demandan, a la par que brindar soporte a los diferentes programas de prevención y cuidados de pacientes afectados por una patología infecciosa tanto en atención primaria como especializada. Sus aportaciones científicas están relacionadas con infecciones hospitalarias. «Estudiamos cómo prevenir, enfrentar y clasificar los microorganismos que pueden generar problemas de salud a los enfermos ingresados o aquellos que, siendo externos, pueden hacer que una persona ingrese en el hospital», expone.
Uno de los trabajos más «reveladores» es el que este servicio vallisoletano realiza en colaboración con el Instituto Tecnológico Agrario de Castilla y León (Itacyl), la Universidad de Burgos (UBU), la Facultad de Medicina de la Universidad de Valladolid (UVA) y el Hospital Clínico Universitario de Valladolid. Este equipo multidisciplinar identifica agentes infecciosos y describe su perfil genético para estudiar el universo de elementos que sustentan la resistencia de antibióticos a través de técnicas de secuenciación masiva.
Una línea de estudio que sirve para arrojar más luz a bacterias como, por ejemplo, klebsiella pneumoniae.
«El descubrimiento durante la vigilancia hospitalaria en la que interviene el servicio de medicina preventiva nos permitió acceder a varios aislados portadores de un fenotipo multirresistente, lo cual representa una grave preocupación que debe tenerse en cuenta antes del uso de las terapias antimicrobianas y que se debe investigar más en el futuro», apunta Eiros. En este sentido, matiza que las bacterias pueden ser residentes o proceder del entorno, es decir, de lo que se come o de los animales con los que se convive.
Por ello, asegura, es clave integrar en «una sola salud» los aspectos que afectan a la cadena alimentaria y las cuestiones referentes a la veterinaria.
Pero ¿cómo se detectan estos huéspedes indeseados? Por un lado, en los programas de vigilancia epidemiológica. Pacientes que ingresan en los hospitales y portan este microorganismo sin una clínica específica. Tras varios estudios como frotis axilares, rectales y faríngeos se identifica el origen del problema. Por otro, los enfermos graves y asistidos en unidades de cuidados críticos que tienen diferentes patologías: infecciones respiratorias, gastrointestinales, quirúrgicas o bacteriemias –descargas pasajeras de bacterias en la sangre a partir de un foco infeccioso, que se manifiesta por temblores y aumentos de temperatura–. Una comunidad de bacterias con múltiples perfiles que pueden derivar en intervenciones quirúrgicas para amputar la parte afectada.
Además, este año van a publicar una investigación en la que explicarán la importancia que tiene un microorganismo llamado enterococcus faecium resistente a glucopéptidos como patógenos nosocomiales en las unidades de cuidados neonatales en donde ya habían descrito el complejo clonal 17, ampliamente distribuido en el ambiente hospitalario a nivel mundial.
Trabajos que están conectados con otros de los estudios realizados en colaboración con profesionales del servicio de urgencias para predecir mortalidad dentro de los hospitales entre los pacientes con sepsis. Gracias a este paso han podido evaluar los factores de riesgo asociados con la muerte y desarrollar un modelo predictivo de mortalidad intrahospitalaria.
No son los únicos aspectos en los que trabajan. El servicio de Microbiología y Parasitología del Río Hortega describe la importancia de algunos microorganismos emergentes, como candida auris o turicella otitidis. Sobre este último, precisa que afecta a niños con patología ótica de repetición. «Es posible que asistamos a un cambio en la etiología de esta enfermedad y que adquieran protagonismo microorganismos que hasta ahora eran de aislamiento anecdótico», subraya para, a continuación, añadir que esta mejora se produce gracias a herramientas como la espectrofotometría de masas que definirá de forma más clara si existe o no este cambio.
Candida auris se ha asociado a diferentes tipos de infecciones relacionadas con los cuidados de la salud, sobre todo hospitalarias. Se describió por primera vez en 2009 en Japón y ahora se ha vuelto emergente en varios continentes, apunta. Este grupo vallisoletano ha detallado su perfil, su sensibilidad y su relevancia clínica para si aparece en los centros hospitalarios saber identificar el hongo a tiempo y atajarlo. Afirma que es una realidad con un perfil bioquímico similar a otras dolencias y sólo «con una identificación precisa» se llega a conocer.
La expresión más grave es la presencia de hongos en la sangre, ya que en pacientes con determinadas circunstancias puede matar, es el caso de personas inmunodeprimidas o con un problema de base importante: tumor o trasplante. «Queremos aumentar la especificidad en el diagnóstico y poner de manifiesto que cuando causa una candidemia hay que estar atento a esta circunstancia».
José María Eiros está especialmente orgulloso del trabajo que llevaron a cabo con el brote de salmonela en la concentración motera de Motauros. Se recogió información de 112 afectados de siete comunidades autónomas. Un trabajo de equipo para cercar a la cepa que se diseminó por toda España debido a bocadillos de carne de cerdo asada con salsa que se vendían en un puesto ambulante de la cita anual. Identificaron el microorganismo y dieron la alerta.
Otra línea interesante es el programa de cribado estructurado del virus del papiloma humano. Se ha documentado gracias a la información que procede de todas las pacientes que forman parte del estudio que una de cada diez mujeres es portadora del virus sin síntomas. «Es una de las pocas comunidades a nivel europeo que tiene este programa de cribado estructurado», presume.
Los planes de futuro de este servicio que realiza investigación traslacional son seguir colaborando con las unidades de cuidados críticos y cirugía para crear «una cultura microbiológica de institución», donde se perciba que el microbiólogo es un profesional «útil y rentable» que ayuda a que los recursos que se destinan a patologías infecciosas se empleen de manera eficiente y que, en el caso de las resistencias a los antibióticos, estos fármacos se reorienten de acuerdo a la sensibilidad de los microorganismos y no se mantengan tratamientos empíricos.
En esta línea, defiende su especialidad y considera que debería ser incorporada a la asistencia 24 horas, porque aporta datos fundamentales al diagnóstico. «Las infecciones no entienden de horarios y los microorganismos se replican con independencia del turno con el que se asista al paciente», sentencia José María Eiros.
JOSÉ MARÍA EIROS / JEFE DE SERVICIO DE MICROBIOLOGÍA DEL HOSPITAL RÍO HORTEGA
«Es necesario crear un plan para mantener a los mejores y captar talento a nivel externo»
El jefe de servicio de Microbiología y Bacteriología del Hospital Universitario Río Hortega de Valladolid, José María Eiros, sostiene que en Castilla y León existen grupos de investigación muy sólidos, sin embargo, el ambiente «no es siempre el propicio». Por este motivo, considera que todo esfuerzo en dotar la investigación es poco, ya que un país es en buena medida en ciencia lo que son sus investigadores. En este sentido, lanza una petición: «Es necesario crear un plan para mantener a los mejores y captar talento a nivel externo». Además, dice, la base existe, sólo habría que lograr hacer la carrera del investigador más atractiva. «Algunos de los nuestros son los mejores pero cuando se dedican a la investigación no tienen estabilidad en el puesto y eso genera cierta inquietud».
Expone que los médicos saben que su labor es triple, incluso cuádruple: asistencia a los pacientes, docencia, investigación y gestión. «Los microbiólogos hemos aprendido a hacer el control de manera intuitiva. Hemos mantenido sesiones clínicas donde por nobleza ponemos la visión de un paciente para que otros puedan intervenir y alumbrar sobre cómo cuidarlo», relata José María Eiros, quien asegura que la sociedad percibe de manera positiva la necesidad de formar investigadores. De hecho, las nuevas generaciones tienen mucha inquietud por perfiles próximos a la especialidad médica como son bioinformática, bioquímica, entre otros. De ahí que, en su opinión, sea necesario dotar de recursos humanos a la investigación, una carrera de fondo para toda la vida donde la persona que la ejerza tiene que estar en continua actualización.