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Recientemente se ha publicado una revisión que aborda la seguridad y la eficacia de la medicación utilizada para tratar el insomnio.
El insomnio es un trastorno del sueño prevalente que afecta de forma adversa a personas mayores en mayor proporción que al resto de la población adulta. Un tercio de la población adulta describe problemas para conciliar el sueño, permanecer dormido, o despertar demasiado temprano. La evaluación, diagnóstico y tratamiento es de suma importancia en personas mayores, las cuales además son más vulnerables a los efectos adversos del tratamiento.
La terapia cognitivo conductual y la higiene del sueño se consideran la terapia inicial para el tratamiento del insomnio. Las benzodiacepinas - triazolam, temazepam, flurazepam , quacepam- no se recomiendan en la población geriátrica, especialmente en tratamientos de larga duración. Aunque los análogos de las benzodiacepinas -Zolpidem, Zopiclona- han mejorado el perfil de seguridad comparado con las benzodiacepinas, sus efectos secundarios incluyen demencia, lesiones graves y fracturas, por lo que se ve limitado su uso.
Antidepresivos sedantes a dosis bajas -trazodona, doxepina, mirtazapina- pueden ser utilizados en el tratamiento del insomnio cuando los pacientes tienen depresión concomitante.
Otros fármacos, como agentes antipsicóticos, pramipexol y tiagabina, también han sido utilizados para el insomnio, pero ninguno ha sido suficientemente estudiado en poblaciones de personas mayores y todos tienen considerables efectos adversos.
Gabapentina, puede ser usada en pacientes con el síndrome de las piernas inquietas o dolor neuropático crónico e insomnio.
Difenhidramina, por el contrario, debe ser evitada en personas ancianas.
Valeriana y melatonina son productos no regulados que tienen poco impacto en la latencia del sueño y pueden producir sedación residual.
Un tratamiento ideal para el insomnio debe mejorar la latencia y la duración del sueño con despertares limitados y no tener efectos adversos significativos, como somnolencia diurna o disminución del estado de alerta. La terapia cognitivo conductual debe ser siempre la primera línea de tratamiento.El tratamiento actual del insomnio se debe basar en las intervenciones no farmacológicas, el tratamiento de comorbilidades asociadas y se debe recurrir al uso de la terapia con benzodiacepinas y análogos de las benzodiacepinas como último recurso.