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En este artículo de la Revista Atención Primaria se revisan las principales infecciones odontológicas, cuál debe ser el tratamiento adecuado y el papel de la prevención. La placa bacteriana, se comporta como una barrera para la acción de los antibióticos. El médico de familia debe insistir en la prevención de su formación, así como en la eliminación mecánica de esta. Se debe transmitir a la población que los antibióticos no curan el dolor dental.
Las infecciones odontogénicas son la tercera causa de consumo de antibióticos en España, generando un 10% de las prescripciones de antibióticos. Actualmente, los antibióticos como terapia adjunta al tratamiento odontológico solo se indican cuando el riesgo de diseminación microbiológica regional, a distancia o sistémica sea significativo (celulitis/flemón, adenopatías regionales, inflamación difusa con afectación del estado general y fiebre) y en pacientes inmunocomprometidos.
Infecciones odontogénicas que no precisan antibioterapia
Aunque el antibiótico no esté indicado, es necesario siempre estar alerta para la detección precoz de los síntomas y signos de diseminación local, regional o sistémica.
Infecciones odontogénicas que precisan antibioterapia
No existen criterios establecidos sólidos sobre qué antimicrobiano usar y las recomendaciones proceden de consensos de expertos. La elección del antimicrobiano debe estar dirigida a la restauración del equilibrio ecológico de la cavidad oral y minimizar la emergencia de cepas resistentes.
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El antibiótico de elección en el ámbito de atención primaria es la amoxicilina.
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Los antibióticos nunca deben ser el único tratamiento y no son efectivos para tratar el dolor dental.
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La decisión no debe ser qué antibiótico instaurar sino si procede la antibioterapia
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De segunda elección: clindamicina (activa frente a organismos aerobios y anaerobios grampositivos, pero requiere vigilancia estricta por su relación con la colitis pseudomembranosa) y claritromicina (activa frente a las cepas productoras de beta-lactamasas) en los alérgicos a betalactámicos.
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Se recomiendan pautas más cortas ya que han demostrado su utilidad en otras infecciones que se tratan en atención primaria, como las respiratorias y las urinarias. No hay evidencia de que continuar la antibioterapia cuando los síntomas se han resuelto contribuya a la reducción de la resistencia antibiótica. No obstante, hay que personalizar el tratamiento y prolongarlo unos tres días si los síntomas no mejoran.
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Cuando hay fracaso terapéutico a pesar de antibioterapia, se recomienda, como primer paso, revaluar el diagnóstico antes que cambiar el antibiótico, evitando su uso indiscriminado y el incremento de las resistencias bacterianas.